sábado, junio 30, 2007

La Floja Juana Pintalíneas

Me temo que ningún grupo me toca ese peculiar nervio como Belle and Sebastian. Esos putos sí que me ponen la piel chinita. Y ya sé, lo admito, su legado a la música hasta el momento no es de lo más favorable si se considera toda la bola de grupitos hipersensibles que han surgido desde 1996, cuando el grupo se formaba en Glasgow y sacaba como proyecto escolar un EP que se convertiría en Tigermilk, pero ni duda me cabe que los escoceses han forjado, dominado y perfeccionado ese estilo empapado de preciosismo y naiveté de manera inigualable. Sólo la sedosa voz de Stuart Murdoch puede vender esas canciones que en manos de cualquier otro resultarían empalagosas.

Pero bueno, no están libres de culpa. Su estilo sí llega a ser empalagoso, y a veces caen en la autocomplacencia (el demasiado común síndrome de la fórmula probada), pero sus canciones y letras, a menudo basadas en la cotidianeidad y en una especie de exaltación de la soledad y la introspección suelen ser deliciosas, incluso conmovedoras, si son escuchadas en el contexto (o en el mood) adecuado. Por lo pronto, para mí son una de esas bandas que se han adueñado de un rinconcito de mi corazón, que muchas veces brinca de regocijo con las dulces melodías neodonovanas (je) de Belle and Sebastian.

Definitivamente a partir de su último álbum, The life pursuit, han llegado a un público más grande en parte gracias a la expansión musical del sonido distintivo del grupo (de momentos coquetean hasta con el glam setentero), para mí, la versión definitiva y paradigmática de Belle and Sebastian es Lazy Line Painter Jane, con la eufórica y gozosa interpretación de la banda y de Monica Queen (vocalista invitada), que sumada a sus exhuberantes arreglos cuasi Phil Spector (pared de sonido incluida) y la historia de una joven, digamos, decidiendo a prostituirse.


domingo, junio 24, 2007

canción de redención

Estaba aventándome un chorote sobre la cualidad de "ícono" o "figura" de algunos clichés del rock, como Kim Gordon dice. La cosa es que me di cuenta que sólo estaba justificando (innecesariamente) mi fascinación y sí, la idolatría que profeso por Joe Strummer.





El mundo le quedó chico a Strummer y murió por causas naturales hace casi cinco años. Y a pesar de que algunos pinches buitres quieran (o bueno, quisieran) apropiárselo, el legado de Strummer excede lo meramente musical, y aunque a menudo agrupen a The Clash con los Sex Pistols y el movimiento punk londinense, The Clash siempre estuvo por encima de tendencias en términos musicales e ideológicos. El rock como lo conocemos no existiría de no ser por el incansable espíritu exploratorio de Strummer (y Mick Taylor, cómo no), quien fusionó como nadie el reggae y sus vertientes con el punk y un rock más bluesero.

Y hasta sus últimos días siguió haciendo música interesante, variada y ecléctica. Basta ver el disco póstumo llamado Streetcore de su banda Joe Strummer and the Mescaleros, con el cual regresa a un rock al que podemos llamarle más tradicional, y del cual se desprende esta gran versión de Redemption song de Bob Marley (que por cierto, Strummer en su momento grabó también a dueto con Johnny Cash).

Canciones de libertad, definitivamente.