
Bien, estos cinco carretes (que en realidad son cinco secuencias) van develando los orígenes de una relación que de inicio se nos presenta como terminada (la peli empieza con la pareja firmando el divorcio y su encuentro posterior), y fríamente va mostrando cómo llegó hasta donde llegó. Lo mejor de la película es su ambigüedad y su desinterés en asignar responsabilidades o dar explicaciones fáciles, sino presenta los acontecimientos como son, sin mayores tapujos, dejando más bien abierta una gama de preguntas sobre qué nos impulsa a que actuemos como actuamos, y si la compulsión afectiva propia del ser humano está condenada a recompensar con decepción.
Uff.
La película no es larga, pero sí se toma su tiempo (digo, son secuencias de veinte minutos, para algunos serán más largas que para otros). Ozon no tiene prisa; muestra justo lo que quiere mostrar y debería resultar suficiente. De repente se detiene a observar ciertas imágenes, y de lo insistente de su mirada, obliga a prestar atención a detalles sutiles como miradas o expresiones que tácitamente revelan aspectos sobre los personajes. Ahí la importancia de las actuaciones de Stéphane Freiss y sobre todo Valeria Bruni-Tedeschi, que llena cada cuadro que la contiene de calidez y la cercanía que Ozon elude en su retrato. La vulnerable presencia escénica de la actriz (que aparecerá en la siguiente película de Ozon, Les temps qui reste) contrasta con el endurecido Gilles en su relación condenada.

Sin embargo, la frialdad intrusiva de Ozon (característica -podría decir- del prototípico cine francés "de autor") se hace más reveladora en los

2 comentarios:
Que paso con los danimixes?
Sergio
una película más y le sigo. esto de bloggear es muy demandante.
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