martes, abril 17, 2007

Sobre 300 y María Antonieta

Una característica imprescindible de un fenómeno cultural es que de cierta manera, o en cierto nivel, retrata el momento social-cultural-artístico del momento en el que ocurrió. Y no cabe duda, 300 es todo un fenómeno cultural. Más allá de calificarla como un vacuo ejercicio en estilo (que en varios niveles lo es), apela a cierta sensibilidad propia de nuestros tiempos: desde la hipermasculinización homoerótica propia del cine tarantinesco (que ya es un término en sí), complementada con la facilidad tecnológica que permite trasladar un medio a otro, hasta el llamado “dulce visual”, que, también por las capacidades tecnológicas (propias de nuestra época), puede sustentar una película sólo por “verse bien”.


300 es sin lugar a dudas un espectáculo fascinante, y exitosa como ha sido, es fácil (y previsible) criticarla por no ser mucho más que eso. Nada más absurdo y corto de vista que criticarla por su “inexactitud histórica” (chale). Y todavía peor, tratar de extraer de ella una analogía política sobre la sed de sangre de la administración de Bush. Es un divertimento, un excelente divertimento, cuyo discurso es tremendamente limitado pero nunca pretende excederlo (los conceptos de El Honor y La Libertad en películas épicas como ésta van rigurosamente al cajón de lo absolutamente intrascendente y obsoleto).



Pero en fin, el punto es que considero que 300 merece todo el éxito que ha tenido por ser una especie de paradigma de lo que es considerado “lo cool” hoy en día (desde una perspectiva totalmente masculina, claro está), desde un nivel del personaje (el modelo del semental guerrero despiadado), hasta en lo que respecta a la técnica cinematográfica (las incesantes modificaciones a la velocidad de las que South Park hace mofa en su último episodio).



De la misma manera que 300 ha despertado críticas y elogios apresurados, María Antonieta, la última película de Sofia Coppola, tuvo una recepción muy fría (¿Fría? Más bien despiadada) cuando fue estrenada, en buena medida por los ecos del mentado “abucheo” en Cannes, pero especialmente, y a riesgo de sonar como guardián de la corrección política, porque su realizadora tiene ovarios y es hija de un director legendario. Esa es una losa que Coppola cargará durante un tiempo más, a pesar de haber demostrado, por tercera ocasión, su innegable instinto cinematográfico. En serio, puedo nombrar muy pocos cineastas contemporáneos con un repertorio tan rico y completo en sus tres primeras películas.



Continuando en la línea de Vírgenes suicidas y Lost in translation, Coppola muestra otro personaje femenino contenido en un mundo etéreo, como de sueño, que lo constriñe y sofoca, sin tener una plena conciencia de su condición. La metáfora del ave enjaulada. Esa línea temática o motivo recurrente en sus personajes también es causal de la crítica inmerecida hacia Coppola. En el papel un retrato de una chica mimada suena pedante, pero, como leí en algún lado (lo siento, no recuerdo dónde) si Tarantino o Michael Mann han hecho su carrera en base a “viriles hombres en poses de alta testosterona”, ¿por qué Sofia no puede hacer su llamada “Little girl lost trilogy” sin merecer una crítica imparcial y sin ser acusada de ser ella en sí una niña derrochada hija de papi? Sexismo, digo yo.



Pero en fin. María Antonieta es la anti película “de época”, una confección pop, que como 300 (aunque superior en todos los niveles) maneja una suerte de anacronismo kitsch forjado en base a su opulencia visual (y de valores de producción), y que en el caso de Coppola funciona para brindar inmediatez a la exploración de su sujeto. Y es ahí donde el talento narrativo de Coppola luce en su mayor esplendor: al retratar a María Antonieta como una muchacha cualquiera,. dentro de un contexto reconocible por analogarlo con la realidad actual (en base a música y ciertos detalles estratégicos), facilita la identificación con la audiencia, disfrazando la brecha temporal y de cierto modo mostrando a su personaje como una víctima de las circunstancias, más allá del bien y del mal. Al mostrarnos "la vida en Versalles" exclusivamemente desde los ojos de su protagonista (u ocasionalmente del igualmente desubicado rey), Coppola pinta sutilmente un retrato increíblemente íntimo, invitando a compartir (que no a conmiserar) la desolación y/o la incertidumbre de un ser rebasado por su entorno y las expectativas creadas en torno a él.

1 comentario:

victor trujillo dijo...

hola rutilante

enhorabuena por la critica de 300, te gustaria que la publicaramos en www.muchocine.net ?? si quieres escribeme a webmaster@muchogusto.net

un saludo y enhorabuena por el blog